Original de 

Francisco Álvarez Hidalgo

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Con el amor sonámbulo o dormido,
vas al encuentro de caricias mudas,
subyugado el sentir por el sentido,
y en torno al árbol del placer te anudas;
profundiza en la cuenca de tu oído
su voz sedosa al par que te desnudas,
y se desatan claros manantiales,
floreciendo en tu piel rosas carnales.

 

Breverías

   

Tu imagen tengo por partida doble,
dos amantes sincrónicas, desnudas,
y doblemente en torno a mí te anudas
en el espejo, enredadera y roble.
 

Las aves del recuerdo...¿las retienes?
sin rama en que posarse en mi arboleda,
pasan de largo, despoblados trenes
con rumores de olvido en cada rueda.


Tengo tantas raíces..., y tú eres una de ellas;
no se sabe hasta dónde penetrarás el suelo;
si el aire entre las hojas plañirá sus querellas,
te besará la lluvia, te marchitará el hielo.

Sigue hundiendo tus dedos en el vientre fecundo
de esta tierra, mi tierra, que te acoge y se ofrece,
tu avance en mis entrañas tan íntimo y profundo,
que al principio me agita, y al final me adormece.

 

Llevo un beso escondido, tímida mariposa
que aún no ha iniciado el vuelo, pero tiembla y espera
que se le abran las alas; mientras tanto, reposa,
en la quieta blandura de su cuna de cera.
Llevo un beso escondido que te sueña y presiente
como voz que convida, se ofrece y casi toca;
beso de ritmo lento y amplitud ascendente
del marfil de los muslos al brocal de la boca
 

La partida es el túnel que nos roba
la luz, la fronda, el aire del paisaje;
mi tren quiere abortar este viaje,
tornando a los andenes de tu alcoba.
 

En el fondo de ti yacen los besos
como bajo la tierra la esmeralda;
por tales joyas crujen hoy mis huesos,
y se acentúa el arco de mi espalda,
trabajando tu mina; no reducen
fatiga ni sudor mis energías,
que en vigor reanudado se traducen;
tantas cosas de ti van a ser mías...

 

Poemas

   
 De noche
 
Borra la noche la última sonrisa
desprendida del rostro del ocaso;
llega oscuro el silencio paso a paso,
forastero del brazo de la brisa.
 
Y vienes tú, en diafanidad, sin prisa,
con fervor enemigo del fracaso,
ofreciéndote entera, fresco vaso
para la sed, canción que se improvisa.
 
Y me envuelves, me acunas, y me anegas,
y aunque no me resisto, me doblegas,
y aunque no lo requieres, me abandono.
 
Mano de luna, beso de bengala,
muslos de incendio en que el amor se instala...
Yo, sediento y sensual, ya no razono.

   
 Llueve

Bajo el sollozo de la lluvia andamos.
Es el adoquinado turbio espejo
donde ven las farolas su reflejo,
cuyo temblor de luz pisoteamos.

En el kiosco se amontonan ramos
de rosas y claveles; cruza un viejo
aferrado al paraguas; yo me dejo
besar de cada gota; contemplamos

desde el puente la lluvia sobre el río;
a lo lejos resuena el vocerío
de la turba infantil alborotada.

Te llevo de la mano; soñoliento
permanece el paisaje; en tal momento
sólo tú estás, no necesito nada.

 

 

   
 ¿De qué sirven?
 
No he visto el sol, me has ausentado el cielo,
sólo el rumor del mar lejano llega;
cada sentido alerta se congrega
sobre tu carne de pantera en celo.
 
La silla en rotación, la mesa, el suelo,
el agua impúdica que nos anega,
la mano audaz que bajo el agua juega,
tactos de vibración o terciopelo.
 
Tanto como te doy y me concedes,
mundo y vida en confín de unas paredes,
breve tiempo, perenne evocación.
 
¿De qué sirven la luz del sol, la nube,
río que baja, o álamo que sube,
contrastados con esta sensación?

   
Salvaje
 
Eres tierra abonada para sembrar placeres,
y eres placer fecundo que mi tierra cultiva;
nada tienes de enigma, sabiendo lo que quieres,
ni a deseo adversaria, ni a desnudez esquiva.
 
Gritos amordazados, y gestos convulsivos
germinan en tu rostro, rosas de hondo lenguaje,
moduladas en bronce, de pétalos lascivos,
lenguas que hablan y absorben, dulce niña salvaje.
 
Se aglomeran temblores en mis extremidades,
siendo absorbido al fondo de grieta horizontal,
todo tu cuerpo un río de voluptuosidades,
nacido en surtidores de grieta vertical.
 
Nunca escuché gemidos tan plenos de sonrisas,
ni conocí alborozo tan yuxtapuesto a llantos,
ni frenos tan uncidos al yugo de las prisas,
ni tan largos seísmos como en tu piel, ni tantos.
 
Quiero ser definido mojón en tu camino,
huella profunda y firme que entre tus pies se hospeda,
el recuerdo de un hombre que hacia ti un día vino,
hizo el amor contigo, y aunque se fue, se queda.

   
 
 Amalgama
 
Me has galopado a veces, mi jinete,
y he cabalgado a veces tus caderas;
han sido en ti mis manos viajeras,
entre las tuyas fui feliz juguete.
 
Centauro, toro bravo que arremete
con estruendo de rotas cristaleras,
suave brisa rizando las banderas,
leve caricia, o penetrante arriete.
 
He sido, fuiste, soy, y a la vez eres
silencio monacal de amaneceres
y estrépito profano en erupción.
 
Ambos adscritos a gentil ternura,
enroscados en lúbrica locura;
mezcla de sentimiento y sensación.

   
 Aquí y allí
 
Se me acorta y alarga la distancia
al despertar tu nombre en la memoria,
circulación de puerta giratoria
que viene y va en discreta vigilancia.
 
Tú aquí y allí, compleja circunstancia,
ni incompatible ni contradictoria;
se te piensa en perenne trayectoria
de casi tacto a extensa trashumancia.
 
La mente rozará de mil maneras
tu piel desnuda; sólo las barreras
de absurda lejanía lo limitan.
 
Mis manos hacia ti mansas se tienden,
si cercana, en susurros se me encienden,
y si lejana, atormentadas gritan.

   
 Breve cita
 
Si hoy en cautividad hemos vivido,
libres ayer, desvinculados luego;
si en la trama febril de nuestro juego
ha sonado ya el último silbido;
 
Si el arrebato yace adormecido,
y el alborozo sordomudo y ciego;
si te ausentas de mí, si me repliego,
¿ha importado vivir lo ya vivido?
 
De mí cautiva tú, de ti cautivo,
vínculo tenue, tiempo fugitivo,
honda vivencia, franca insensatez...
 
¿Ha importado vivirlo? Si pudiera,
leño sería de la misma hoguera,
sólo contigo, una y otra vez.

   
Noche, amanecer
 
Miraba ella a la luna en la bahía,
en bandeja de plata su reflejo;
en el mar un balandro; se dormía
el aire al fondo oscuro del espejo.
 
Una mano apoyada en la baranda,
otra mano envolviendo su cintura,
noche infinitamente azul y blanda,
todo en calma..., y el tiempo se apresura.
 
Renacimiento matinal, albricias;
las hortensias abiertas me requieren;
les apago la sed; tantas caricias
encendieron la noche, y ahora mueren.
 
Tanto se va como se fue la luna,
tanto se desbarata, desfallece;
la sonrisa del sol en cada duna
es una mueca en ruinas. ¿Amanece?